El despertar de la líbido. Cap. 4: bañera de zinc
El despertar libidinoso de una madre a manos de su querido hijo
La oportunidad del siguiente paso, el del primer contacto físico, llegaría a las tres semanas de la paja en el baño.
Cada tres o cuatro días, se repetía el ritual: yo anunciaba a bombo y platillo que me iba al baño, dejaba la puerta entreabierta y me dedicaba una masturbación lenta, gustosa, haciendo comentarios, sin ser explícitos, dirigidos a mi hermosa madre. Ella, furtiva, espiaba mi quehacer, ignorando que su presencia no pasaba desapercibida. Posteriormente, en la soledad de su dormitorio, ell...