Recordándote

Al alcanzar el día, piqué a mi propia puerta, esperando acoger mi cordial saludo, pero entonces, Quise entenderlo todo, y comprendí que nada en absoluto te ama.

Tu imagen de divina figura desquició mi mirada por segundos, tus últimos besos impávidos, marcharon indiferentes y depusieron, libremente o no, aquel residuo perfumado en mi rostro dibujado.

Las lágrimas que viajaban sin billete a través de tu rostro, eran coleccionadas por mi mirada furtiva, a veces también me mirabas, y pensabas tras la duda, que estabas convencida, que mi lúgubre sonrisa no era más que un vestido anacrónico que algún pícaro había abandonado, y, más tarde, mi hipocresía había...