Tortura particular
Notaste como tus leggins empezaron a resbalar por tus piernas hasta acabar en tus tobillos. Ufff, fue lo único que salió de tus labios. Mi boca empezó a besar tu cadera, alrededor del hilito que sostenía el tanga negro que llevabas puesto. Tu respiración se fue acelerando cada vez más
Todo empezó como una noche cualquiera de verano. Habíamos quedado a las 21:00 en el bar de mi calle para tomar algo y ponernos al día, cuando mi teléfono empezó a vibrar. “No me mates, pero voy a llegar un pelín tarde”, escuché nada más descolgar. “He tenido que hacer unos recados y se me ha echado la hora encima. Me ducho rápido y salgo, lo prometo”, se apresuró a decir. Miré la hora y vi que ya eran las 20:32. “¿Un pelín tarde?”, respondí riéndome. “Bueno, después de un mes sin vernos, no creo que media h...