¡Qué maravilla de cuñada!. Parte 3
Tenía ganas de su cuñada desde que se casó con su hermano
No hice caso a su petición, y mientras ella seguía moviendo hacia arriba y hacia abajo la piel de mi manubrio, haciendo que el prepucio dejase al descubierto una y otra vez mi oscuro glande, color propio de muchos isleños, yo dirigía mis manos hacía sus mamas y los hermosos pezones que las coronaban y que enseguida se endurecieron, mientras mis labios no paraban de lamer toda la piel de su cuerpo, empezando a deslizarme hacia sus piernas y al llegar a su vulva que estaba muy mojada, noté que entre su labi...