La esclava de mi amo.
A veces no tenía ganas de ser usada, pero, ¿tenía derecho a quejarme? sólo era su puta y vivía para complacerle.
Los fines de semana vivo en casa de mi amo. Cuando entro por la puerta siempre me pregunta que cómo estoy, y que si acepto sus normas. Siempre digo que sí. A partir de ese momento paso a su entera disposición durante los dos días siguientes, en los cuales puede hacer conmigo lo que le apetezca: nada o todo.
Normalmente, si ha tenido una semana dura en el trabajo, se desahoga follándome la boca, el coño o el culo (aunque suele preferir la boca) o golpeándome (con sus manos o con cualquier cinturón), o...