La esclava de mi amo.

A veces no tenía ganas de ser usada, pero, ¿tenía derecho a quejarme? sólo era su puta y vivía para complacerle.

Los fines de semana vivo en casa de mi amo. Cuando entro por la puerta siempre me pregunta que cómo estoy, y que si acepto sus normas. Siempre digo que sí. A partir de ese momento paso a su entera disposición durante los dos días siguientes, en los cuales puede hacer conmigo lo que le apetezca: nada o todo.

Normalmente, si ha tenido una semana dura en el trabajo, se desahoga follándome la boca, el coño o el culo (aunque suele preferir la boca) o golpeándome (con sus manos o con cualquier cinturón), o...

Mi abuelo deja que un perro me folle

- No vas a ir a ningún lado hasta que no hayas complacido a este perro como la perra que tú eres. -dijo mi abuelo - Abuelo, no, por favor… -supliqué.

Me llamo Jimena y vivo con mi abuelo desde que nací, en una casa alejada de cualquier civilización, con la única visita del cura los domingos. (Continuación de mis dos relatos anteriores, en el perfil )

El relato que os traigo hoy es sobre la primera experiencia sexual -obligada- que tuve con un animal.

Mi abuelo había salido por la mañana temprano, dejándome sola en el campo, donde me mantuve ocupada haciendo las tareas: cuidar de los animales, limpiar y cocinar, lo que debía hacer según lo que...

Mi abuelo me dejó a solas con el cura. Dominación.

Uno de los castigos más dolorosos que mi abuelo me hacía pasar, era untarme una guindilla en el coño. Me dejaba en el sofá del salón mientras él iba a la cocina, escogía una guindilla y la traía hacia mí. Quítate la ropa y ábrete de piernas - me decía muy serio. Yo tenía 10 años.

(Continuación de “ Mi vida con mi abuelo. Dominación, filial.

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Uno de los castigos más dolorosos que mi abuelo me hacía pasar cuando no hacía las cosas bien,  era untarme una guindilla en el coño.

Me dejaba en el sofá del salón mientras él iba a la cocina, escogía una guindilla y la traía hacia mí.

  • Quítate la ropa y ábrete de piernas - me decía muy serio.

Yo tenía 18 años cuando empezó este castigo.

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Mi vida con mi abuelo. Dominación, filial.

Mi abuelo solía decir que, al igual que nosotros ordeñábamos las vacas, un día él me ordeñaría a mí, pero que antes tenían que crecerme las tetas.

Nadie sabía que yo existía, y vivía con mi abuelo desde que nací, en una casa en el monte. No sabía quiénes eran mis padres, o cómo había llegado allí, pues todos mis recuerdos estaban en aquella casa.

Mi abuelo me decía que nadie sabía de mi existencia: el parto había ocurrido en la misma casa y nadie notificó nunca que, quien fuese mi madre, estaba embarazada. Así que, por unas cosas o por otras, vivía sola con un señor mayor, en mitad del campo y a un par de horas del pueblo más cercano. Nadie me...