¡Pies descalzos en mi casa..., Brandon! (2)

En esta continuación perversa, una voz y una conciencia se han apagado. Es hora de quitar TODAS las prendas de ropa y algo más...

Aquellas cosquillas en mi lengua que producían las uñas de los dedos gordos de los pies desnudos de Brandon Tucker acabaron por enternecer mi corazón, si cabe esta expresión después de la violenta situación que habíamos vivido los dos. Y es que Brandon Tucker, inconsciente boca abajo sobre la moqueta blanca de mi sala de estar-recibidor, me estaba generando ya tanto placer con sus grandes y sensuales pies descalzos que…, me saqué ambos dedos gordos de sus dos pies de la boca e inicié una sesión de dul...

¡Pies descalzos en mi casa..., Brandon!

Una fábula muy loca sobre los pies de un rubito. No sé si la continuaré porque estoy algo desanimado. Echo de menos más historias de pies de chicos en esta web. ¡Vamos, fetichistas de pies masculinos, animaos a escribir, por favor! Incluso podéis redactar vuestra versión de la continuación de esta historia. Sería interesante y doy permiso. Quizá yo me anime también a hacer la mía...

Brandon Tucker era un chico alto, fornido, atractivo, con el cabello corto y rubio engominado a la moda de modo que los pelos los tenía peinados de punta por la parte de arriba de la cabeza. Aquel día vestía una camiseta azul fuerte de manga corta (de manera que dejaba entrever de forma presuntuosa unos bíceps bien modelados) ajustada al torso plano y musculoso (con las típicas tabletas de deportista clareándose bajo la tela), unos pantalones largos y un poco anchos de color salmón tipo tejanos y calz...

Feethausen: chicos guapos, esconded vuestros pies

Una casa encantada típica de un parque de atracciones yanqui... Una leyenda... Un joven skater incauto que entra a trabajar... Unos pies calzados y ocultos en zapatillas de deporte y calcetines... Unos pies que hay que desnudar... Una pesadilla de cosquillas.

Aquel currículum vitae me dejó totalmente excitado. Tenía que conocer a Jason Farrell personalmente. Y mucho más… Mi padre me explicó que ya había seleccionado a aquel chico de veinte años para trabajar en la casa encantada que regentamos en el parque de atracciones de la ciudad. Así que miré una vez más aquel currículum, aquella foto, aquella cara varonil, aquellos labios carnosos, aquellos ojos un poco rasgados (sin ser asiático) de machote pasota y rudo… y busqué el número de teléfono que había dej...

Pies de pizzero a domicilio 3

Una fantasía fetichista. ¿Cómo sería poder descalzar sin su consentimiento los pies de un chico guapo y heterosexual? ¿Y poder hacer con sus pies lo que uno quiera? ¡Fuera zapatillas de deporte y calcetines!

Eché una carcajada y miré cómplice a Nacho. Luego le solté en voz alta para que Aniol me oyera claramente:

-Nacho…, ten preparado el gatillo de la pistola para Anaís. Ya ves, Aniol cree que he acabado con él y no es así ni mucho menos.

Aniol movió nervioso e instintivamente su pie izquierdo en calcetín hacia atrás. El dedo gordo de este pie de Aniol también hizo un ligero movimiento bajo el calcetín. Yo me había quedado pasmado mirándolo…, mirando esos pies de Aniol en calcetines. No podía...

Pies de pizzero a domicilio 2

Una fantasía fetichista. ¿Cómo sería poder descalzar sin su consentimiento los pies de un chico guapo y heterosexual? ¿Y poder hacer con sus pies lo que uno quiera? ¡Fuera zapatillas de deporte y calcetines!

Anaís parpadeó mientras las lágrimas caían por sus mejillas hacia la mordaza. Aniol no había dejado de mirarme fijamente con sus ojos verdes. Aunque quería mostrar fiereza y odio, también pude vislumbrar que el chico seguía tratando de disimular con todas sus fuerzas el nerviosismo y el temor que lo invadían. De hecho, la voz de Aniol salió más temblorosa que nunca cuando exclamó:

-¡No… te atrevas a insultar a Anaís, hijo de puta!

Los pies de Aniol, calzados con aquellas zapatillas de depo...

Pies de pizzero a domicilio 1

Una fantasía fetichista. ¿Cómo sería poder descalzar sin su consentimiento los pies de un chico guapo y heterosexual? ¿Y poder hacer con sus pies lo que uno quiera? ¡Fuera zapatillas de deporte y calcetines!

-Ahá, de acuerdo. Una pizza de salami, con doble de queso y con la salsa especial de la casa, tamaño grande. La tendrá en 20 minutos- decía Aniol Vila al lado de la barra de la pizzería, mascando chicle y hablando con cierta desgana por el auricular del teléfono.

Aniol era un chico que había cumplido los 18 años aquel mismo mes. Era alto, de metro ochenta y cuatro de estatura, y de complexión más bien delgada. Aún así, tenía la robustez justa masculina, con las muñecas bastante gruesas y fuertes...

Pies de pizzero a domicilio 5 (final)

Una fantasía fetichista. ¿Cómo sería poder descalzar sin su consentimiento los pies de un chico guapo y heterosexual? ¿Y poder hacer con sus pies lo que uno quiera? ¡Fuera zapatillas de deporte y calcetines!

Mi boca y mi lengua llegaron ya para entonces a la planta del pie derecho de Aniol, habiendo engullido el hilo de queso. Y por eso, mi lengua se adentró en un mundo de placeres gustativos al empezar a lamer la planta del pie derecho de Aniol, desde el talón hasta los dedos de ese pie. Y claro está: no me olvidé de limpiar también con la lengua el espacio de entre dedos del pie derecho y desnudo de Aniol, donde se había quedado atrapado algún trozo de cebolla o algún rastro de salsa y de queso mozzarel...

Pies de pizzero a domicilio 4

Una fantasía fetichista. ¿Cómo sería poder descalzar sin su consentimiento los pies de un chico guapo y heterosexual? ¿Y poder hacer con sus pies lo que uno quiera? ¡Fuera zapatillas de deporte y calcetines!

Anaís parecía que se ahogaba ahora bajo la mordaza, ya que de sus ojos volvían a salir lágrimas y de su garganta gemidos lastimosos por ver, seguro, sobre todo el calvario que estaba pasando su novio Aniol. Yo todavía sujetaba el tobillo derecho de Aniol, con menos fuerza, y le miraba la planta del pie: larga, varonil y olorosa. Aniol tragó saliva, con una mirada al vacío llena de desánimo por unos instantes. Después, los ojos verdes de Aniol, reflejando un odio desmesurado, se clavaron en mí mientras...