Mi jefe Luis, conseguido el objetivo.

He olido el olor inconfundible de un pene. Era el de Luis que se lo había extraido del pantalón y lo restregaba por mi pelo rojo. -Ivana, sólo se que te necesito. Que has dado a mi vida una ilusión que creía muerta para siempre. Si tienes novio o yo estoy casado, eso puede seguir igual-

Mi jefe acaba de entrar a una reunión. Así que aprovecho para contaros como va la mañana.

La excesiva transparencia del vestido rosa me obliga a vestir algo encima. La longitud del modelito no es mucha, a medio muslo. Tengo una rebeca de punto, finita que me cubre el culo y es la que he llevado sobre la gasa del vestido para ocultar mi desnudez. Porque creerme que voy casi desnuda con ese vestido.

...

... Se transparenta totalmente el tanga. Los pezones sin sujetador se adivinan con detalle.

...

Mi primo Julio. Continuación

Todo comenzaba siempre igual. Él me salpicaba agua y yo le respondía. Luego me capturaba entre sus poderosos brazos. Habíamos hecho aquello tantas veces, que lo que mis tíos no sospechaban era, que ahora Julio me arrimaba su pene erecto y lo restregaba bajo el agua contra mi culo.

Dos días más tarde nos íbamos a quedar solos de nuevo mi primo Julio y yo. Mis tios salían de fiesta al chalet de unos amigos y dado que la cosa iba a acabar tarde, y que en aquel chalet al que iban había habitaciones de sobra, mis tíos no dormirían en casa. Saldrían al día siguiente con sus amigos para pasar visitar un pueblecito cercano, Vejer.

En cuanto nos comunicaron la noticia, nuestras miradas se cruzaron. No hizo falta hablar, nuestros ojos lo dijeron todo. Supimos que mientras mis tíos gozaba...

Mi primo Julio

Me acerqué y metí mi mano en el bolsillo del vaquero de Julio para sacar el paquete de tabaco. Él no estaba en absoluto pensando en nada erótico, pero yo sí. Al coger el tabaco procuré bajar con los dedos hasta lo más profundo del bolsillo y lo moví hacia el lugar apropiado. La verdad es que solo pretendía gastarle una broma, pero lo cierto es que toqué su pene, blandito, maravilloso.

Oí una voz desde el interior del chalet, sonaba lejana pero poderosa.

-Ivana, ven a la cocina, te necesito-

Dejé abandonada la jardinería, estaba podando unos rosales, y me dirigí hacia la casa.

Al entrar mi piel agradeció el fresco del interior. Me sudaba todo, creo que hasta el tanga lo tenía húmedo de sudor. Eran las doce del medio día de un calurosísimo mes de agosto. Yo pasaba unos días en el chalet que la hermana de mi madre tiene junto al mar, en Conil, un maravilloso pueblo gaditan...