—no, ya no puedo—

Una vez más mi mujer tuvo que conformarse con quedarse empinada en cuatro después haberme masturbado frenéticamente por mí mismo buscando una erección más o menos firme que me permitiera cogerme a mi esposa.

— ¡No, ya no puedo!

Fue lo último que le dije antes de tumbarme a dormir a su lado en la cama. Una vez más mi mujer tuvo que conformarse con quedarse empinada en cuatro después haberme masturbado frenéticamente por mí mismo buscando una erección más o menos firme que me permitiera cogerme a mi esposa.

Era frustrante el no poder meter mi verga en esa vagina que tenía enfrente, Micaela a sus 39 años y a pesar del sobrepeso ganado tenía un hermoso trasero, mismo que parece tomar mejor forma cuando...

—El Pacto—

Y ahí estaba ahora yo, hincado buscando mi brandy que deje detrás del sofá. —¿Ahora qué haces? Mi madre había salido de su cuarto seguramente despertada por el ruido sigiloso que según yo, no estaba haciendo.

—EL PACTO—

Eran las diez de la noche cuando iba entrando a mi casa —que bueno más que casa es un departamento y ni es mía, es de Rosario—, ubicada al sureste de la ciudad de México, mejor dicho ya en el estado de México en la zona de Ecatepec.

El departamento era común a como se construyen hoy en día con sólo dos habitaciones y que parecen más casa de pájaros que de humanos. El que solía ser mi cuarto, con el intento de mi partida pasó hacer una especie de taller de costura por lo que ahora mi l...