Poderse querer más de dos
Debíamos ofrecer una imagen sugerente, juntas, pero sin tocarnos; oyéndonos, pero sin vernos. Una combinación negra, un delantal blanco: contrastaba nuestro atuendo como contrastaban nuestras pieles: oscura la una, blanca la otra, y las dos sudando quizás más por el deseo que por el sobresalto con que recibíamos cada nuevo golpe.
Las muñecas me dolían por lo tirante de la cuerda, nunca habría creído que eso pudiera resultar más lacerante que los trallazos que, sin ritmo ni cadencia alguna, caían sobre mi culo y mis caderas. Claro que tampoco habría pensando que los latigazos que más me iban a doler ni siquiera se abatirían sobre mi cuerpo, sino sobre el de ella. Debíamos ofrecer una imagen sugerente, juntas, pero sin tocarnos; oyéndonos, pero sin vernos. Una combinación negra, un delantal blanco: contrastaba nuestro atuendo c...