Bajo la mesa
Nunca pensé que aquella avería en su ordenador me proporcionaría una sesión de sexo tan morbosa.
Me llamo Fernando. Tengo cuarenta y dos años y trabajo en una gran empresa de seguros, donde me encargo del mantenimiento de los equipos informáticos.
Aquel día había quedado con Marta para llevarla al intercambiador de autobuses ya que su coche había sufrido una avería.
Marta era una mujer madura, de unos 55 años, morena, esbelta, algo rellenita, aunque su figura dejaba adivinar que fue dueña de un gran cuerpo hace veinte o veinticinco años. Por supuesto, jamás me había fijado en ella como muje...