De vuelta a la casa del pueblo con mi prima 9

Tras dejar al notario, Ricardo me pide que le acompañe a un bar de ambiente. Allí y mientras él se dedica a follar, conozco a una pareja de gais amigos suyos. Estos, al enterarse de que su conocido se iba a casar con María, insisten en conocerla. Ya en la casa, todo se desborda y comienza una orgia

Una vez fuera y cuando ya nos habíamos despedido del notario, Ricardo se desmoronó mientras me daba las gracias por haber descubierto los malos manejos de su tío mientras la gente que pasaba nos miraba impresionada. No tuve que esforzarme mucho para comprender lo grotesco que resultaba en nuestra sociedad ver a un hombretón de más de dos metros y cien kilos de peso berreando como un crío. Tratando de consolarlo, lo abracé. Nuestra diferencia de tamaño quedó nuevamente de manifiesto y un tanto cortado, me vi...

De vuelta a la casa del pueblo con mi prima 8

Esa noche, Ricardo y yo nos tiramos a mi prima con Elisa a nuestro lado. Ver a su hermano follándose a María mientras su novio la sodomiza, la excita y la perturba. Cuando la embarazada le pregunta si le apetece ser la siguiente, asustada sale huyendo incapaz de cometer incesto...

La rapidez con la que nuestra extraña relación se iba afianzando quedó de manifiesto cuando esa noche dormimos los cinco en la misma cama. Aunque con algún amigote había compartido cama mientras nos tirábamos a unas tipas, fue la primera vez en la que estuve con un gay. Por eso en un principio me mostré reacio y tuvo que ser mi prima la que le quitara importancia recordando a su prometido que no debía forzar el momento intentando un acercamiento a mí.

―Todavía estoy asimilando que me gusta estar conti...

La historia del jefe acosado por su secretaria FIN

Después de dejar sola a mi secretaria con la chinita, comprendí que debería averiguar cómo sus captores habían podido manipularlas de ese modo y abriendo el ordenador, me puse a investigar sin saber que recibiríamos la visita de Isidro y su mujer... Con este capítulo doy por finalizada esta historia

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Tras comprobar que ni Patricia ni Kyon salían de la habitación, me puse frente al ordenador. Una vez ahí, abrí la memoria USB que había grabado y empecé a revisar los diferentes documentos hackeados. Como los datos clínicos me resultaban indescifrables, centré mi atención en lo que hacía referencia a las tres mujeres con las que de alguna forma terminaría conviviendo y fue así cuando descubrí que cada una de ellas contaba con un dossier. Teniendo a Natacha a mi lado, le pedí permiso para revisar...

La historia del jefe acosado por su secretaria 8

Con la certeza de que esa noche me tocaba estrenar a la chinita, fui al cuarto y allí descubrí que la rusita la había inmovilizado con cuerdas dejando el trasero de Kyon completamente expuesto. Observando que, al ser atada, esa joven aguardaba excitada la llegada de su amo, me acerqué...

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Una vez había terminado de cenar, me acerqué a ver a las muchachas lleno de curiosidad. Aunque no sabía el modo exacto en el que Natacha me habría preparado a la asiática, daba por supuesto que no me defraudaría. Aun así, jamás esperé encontrarme a Kyon completamente atada con cuerdas y menos ver que la rusita le hubiera colocado una mordaza mientras ella sonreía con una fusta en la mano.

― ¡Qué rápido has aprendido el arte del Shibari! ― observé impresionado al comprobar que, además de hab...

La historia del jefe acosado por su secretaria 7

Tras descubrir que mi secretaria también había sufrido el mismo lavado de cerebro y por tanto era una víctima, se lo expliqué. Patricia al enterarse salió huyendo. Todo se complica cuando un policía me informa que va a salir a subasta una joven chinita y me pide que la compre para así liberarla.

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Patricia tardó aún dos horas en recuperarse y eso nos dio tiempo para asumir que, aunque yo no quisiera, la única solución a su problema pasaba por la vicaría. Por eso, previendo un empeoramiento de su estado, pregunté a la rubia cómo narices íbamos a plantearle la situación sin que se hundiera en la depresión o algo peor. Demostrando que además de ser una mujercita preciosa tenía la cabeza bien puesta, Natacha no solo me ayudó a diseñar el planteamiento, sino que aportó una serie de detalles que...

La historia del jefe acosado por su secretaria 6

La rusita, insistiendo en que está lista, sigue preguntando cuando la voy a enseñar a follar. Aunque todo me gusta de ella, no me decido a dar ese paso hasta que estando sola en casa sufre uno de sus ataques y pide ayuda. Al llegar con Patricia, para que no sufra más, tengo que desvirgarla.

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La actividad diaria impidió que esa manipuladora volviese a intentar un nuevo rifirrafe y reconozco que tampoco yo pude inclinar la balanza hacia mi lado, durante el resto de la jornada. Cuando cerca de las siete la vi marchar, di por sentado que al menos ese día tampoco había un claro vencedor y llamando a casa, pregunté a la rubita si le apetecía cenar fuera. A la chavala le molestó mi propuesta ya que con ella daba por sentado que no había preparado la cena.

― Cómo usted desee, pero ento...

La historia del jefe acosado por su secretaria 5

El tener un video demostrando su acoso cambió las tornas y esa mañana se lo dejé claro metiéndole mano a mi secretaria en el ascensor. Cuando se quejó, riendo, pedí sus bragas. Eso lejos de hacerla claudicar, la cabreó y dándomelas, Patricia me avisó de que el banderazo de salida lo había dado yo.

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Como al día siguiente había quedado con la directora del centro donde cursaría su graduado, se levantó temprano para ocuparse de las labores del hogar antes de ir a su escuela. La cara de preocupación con la que estaba limpiando la casa cuando terminé de duchar me hizo asumir que quizás debía contratar una muchacha para que así pudiera estudiar. Al comentárselo, la puñetera cría se volvió hacia mí y con lágrimas en los ojos, me preguntó si acaso me había cansado de ella y ya no la quería.

―...

La historia del jefe acosado por su secretaria 4

Poco a poco, la rusita va demostrando como una joven divertida y traviesa que lo que más desea es que le enseñe a follar y así sentirse completa. La certeza que ese pensamiento era algo impuesto evita que la convierta en mujer, hablando con ella descubro su interés y habilidad por y con la pintura.

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Con el recuerdo de lo sucedido, me desperté el domingo teniendo todavía entre mis brazos a la chavala. La expresión tranquila de su rostro descansando no evitó que me sintiera mal al saber que su felicidad era producto del maltrato que había recibido desde niña. Y no queriendo que perturbar su descanso, me quedé observándola en silencio. Su belleza eslava y las reacciones que provocaba en mí fueron un siniestro recordatorio de la responsabilidad que la zorra de mi secretaria había puesto sobre mis...

La historia del jefe acosado por su secretaria 3

Reconozco que no supe cómo actuar con la rusita que Patricia había traído a mi casa y por ello, al despertar y verla desnuda mimándome como sumisa, resolví que ya que mi secretaria era la culpable de su presencia también me debía ayudar a satisfacer sus carencias y educarla.

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Esa noche mi sueño fue intermitente, varias veces me desperté con la sensación de que alguien me espiaba y tras verificar que Natacha seguía durmiendo, volvía a cerrar los ojos e intentaba descansar. Sobre las nueve, fue la última y en esa ocasión, la impresión resultó cierta al encontrarme a la rusita sentada a los pies de mi cama con una bandeja en sus manos.

―Mi señor, le he preparado el desayuno― la escuché decir.

No sé si lo hizo a propósito o por el contrario fue casualidad, pero...

La historia del jefe acosado por su secretaria 2

Mi nueva secretaria comienza a infectar como un virus todos los ángulos de mi vida, nada de lo que consideraba mío quedó a salvo de su presencia. La casa, la empresa, mi agenda, pero el colmo fue cuando comprobé que a esa morena no le había temblado el pulso al ponerse a organizar mi vida sexual.

3

Al despertar, Altagracia se había ido. Sin saber si lo agradecía o por el contrario lo lamentaba, me levanté para irme a trabajar y ya en la ducha, supe que era una pena que no se hubiese quedado por lo mucho que me hubiese gustado enjabonar sus pechos mientras la mimaba. La tristeza de esa mañana mutó en alegría cuando al irme a vestir, leí la nota que me había dejado sobre la mesilla:

“Gracias por hacerme sentir tu negrita”.

Tras leerlo, sonreí y con renovados ánimos, salí a enfrenta...