Tu amante autorizada
Del lado izquierdo hay un espejo y tu silueta se confunde con la mía, nos agitamos como un animal monstruoso que respira entrecortadamente. Pueden pasar horas o minutos, qué importa si tengo tu calor y al fin llegan los temblores...
En mi posición predilecta te recibo, con la espalda rozando tu pecho por ratos cada que bajas para morder mi cuello... El resto del encuentro nos unen sólo tu pubis y mi parte trasera, mi rincón más preciso y esa parte tuya que deseo lengüetear.
Esas manos rudas se vuelven de seda para aferrar mi cintura, para jalarme delicadamente y atraer mis caderas. Somos dos personas que se conocen de años y saben cómo hacer que el otro se derrita, cómo invitar con la mirada a reunirnos en la penumbra de nuestra...