Posando para mi prima pintora

Cecilia, una prima pintora, me pide que pose para un cuadro. Acabo follándole la boca, el coño y el culo, y "pintándole la cara" con la leche de mis copiosas corridas.

Vaya por delante que Cecilia es prima hermana de mi madre y prima segunda mía.  Profesora de instituto en excedencia, ahora se dedica a pintar cuadros surrealistas que luego vende en la galería que ha montado en su propia casa, una del casco antiguo de la ciudad. Aquella tarde vino a vernos con una idea en la cabeza:

— ¿Sabes qué, Marisa? Me gustaría que tu hijo posara para mí. Tiene el físico que busco para un cuadro.

— ¿Ah, sí? ¡Pues propónselo! Quien debe aceptar es él, no yo…

Cecilia...

Ayudando a mi tía a superar su divorcio

Mi tía Delia está en trámites de divorcio y yo la ayudo a superar su trauma.

La celebración de aquella boda familiar me estaba resultando un coñazo. Todas las chicas invitadas iban con sus parejas y yo, que acababa de cumplir veintitrés años,  me aburría como una ostra. Le dije a mi madre que quería largarme y ella me pidió que me quedara un ratillo más para no mosquear a la parentela, pero unos minutos después cambió de idea:

*—Toba, vete ya si quieres porque así aprovechas y llevas a su casa a la tía Delia. El marido le pidió el divorcio hace poco y a la pobre le ha entrado a...

Mañana loca con mi primita Tere

Encuentro casual con mi prima Tere, que había crecido hasta los diecinueve añitos, y final feliz en mi nuevo piso con estupendas folladas en el coño y en el culo. Ella terminó cabreada conmigo e insultándome de mala manera. Cosas que pasan hasta en las familias mejor avenidas...

Mi prima Tere entró en la cafetería mirando a un lado y a otro como si buscara a alguien. Recorrió con la vista todo el local y, aunque me vio, se hizo la sueca para no tener que saludarme. Un minuto después cambió de opinión y se presentó por sorpresa en mi mesa.

—Hola Berto, ¿puedo hacerte compañía?

Hacía tiempo que no la veía. Estaba tiposa, ni gorda ni flaca, y había crecido hasta los diecinueve añitos. Llevaba un look de tribu urbana: tonos negros u oscuros de arriba abajo, pantalón pitill...

Teresa y el tabernero apodado Cipote (y 2)

Un matrimonio mal avenido entra en una taberna, en principio para ver un partido de baloncesto, pero él, Jaime, acaba agarrando una borrachera tremenda y a ella se la folla, por delante y por detrás, un corpulento tabernero apodado Cipote.

Diez minutos después de quedarme a solas en aquel cuarto tipo picadero  llegó Cipote  y acto seguido me volvió a hablar de la «noche inolvidable» que según él teníamos por delante:

—Perdona la tardanza, cielo, pero ahora todo está bajo control, sin cabos sueltos que puedan enturbiar la noche de ensueño que nos espera. Jacinto seguirá haciéndose cargo de la taberna y no hay ningún problema.

Yo ya había decidido entregarme de nuevo a aquel individuo que tanto me había hecho disfrutar. La verdad es...

Teresa y el tabernero apodado Cipote (1)

Un matrimonio mal avenido entra en una taberna, en principio para ver un partido de baloncesto, pero él, Jaime, acaba agarrando una borrachera tremenda y a ella se la folla, por delante y por detrás, un corpulento tabernero apodado Cipote.

Mi marido estaba al borde de un ataque de nervios. Quería ver en la tele un partido de baloncesto, porque participaba un primo suyo, y de repente nos vimos metidos en un atasco monumental cuya retención, según la radio, podía durar horas. No iba a llegar a tiempo al partido ni por asomo, pero por suerte pudo salir de la autopista y tomar una carretera secundaria en muy mal estado y repleta de curvas.

—Esta carretera debe llevar a un barrio de pescadores o tal vez a un muelle. Si en siete u ocho kilóme...

El jardinero que regó a la prima que hacía footing

Una señora casada hace footing en un parque, arrecia una fuerte lluvia y se guarece en el cuarto de aperos de un jardinero, primo suyo. Ambos acaban follando como locos.

Mientras arrancaba algunas malas hierbas de un parterre vi que venía hacia mí. Traía su chándal fucsia, el chillón, y la riñonera negra donde siempre guarda el carnet, el móvil y las llaves del piso. Teresa llevaba dos semanas viniendo a hacer footing en mi parque. La saludo y le digo que hoy se ha retrasado más de la cuenta:

— ¿Sabes qué, Andrés? Iba a venir mucho más temprano, pero se me pegaron las sábanas y, puesto que no tengo que cocinar porque mi marido come hoy en el trabajo, prefiero venir ah...

La despedida de soltera de una pasante

En el reencuentro casual siete años después con una vieja amiga, pasante en un bufete de abogados, ella me pide que la ayude a disfrutar por todo lo alto de su despedida de soltera y le hago el gusto.

Arminda y yo habíamos crecido en el mismo barrio y en calles próximas. Éramos buenos amigos hasta que un día, por alguna tontería de la que ni me acuerdo, cortamos por lo sano. No sólo dejamos de hablarnos, sino que ni siquiera nos saludábamos. Ni «hola» ni «adiós». Nada. Un orgullo estúpido hizo que ninguno diéramos el brazo a torcer. Era como si ella no existiera para mí y como si yo no existiera para ella. Cuando teníamos diecisiete y dieciocho años (yo le llevo uno) su familia se mudó a otra ciudad y ya...

Madre, hija y abuela, folladas entre los plátanos

Tres guiris suecas (madre, hija y abuela) realizan una visita turística a una plantación de plátanos y terminan siendo folladas, una a una, por el propietario de la finca.

Mi amigo Jorge heredó una finca de plataneras que le da para vivir holgadamente sin pegar golpe. Sus plátanos se venden en supermercados, pero él, para entretenerse y para ligar, también realiza ventas ambulantes en zonas turísticas aprovechando el tremendo maletero de su monovolumen. Guaperas de treinta años, alto, moreno y bien dotado de genitales, Jorge no tiene problemas para entenderse con las guiris porque además habla inglés y chapurrea el alemán. Normal que un tipo así tenga un montón de historias d...

Dos pueblerinos se lo montan con la señora Elena

Elena y su marido, Ramón, salen un sábado a hacerle kilómetros a su coche nuevo. Llegan a pueblo perdido y entran en una tasca tan vacía de gente como el propio pueblo. Ramón bebe más de la cuenta, y a Elena se la follan por delante y por detrás dos jóvenes salidos muy bien dotados.

Aquella tarde me dio por entrar en casa de manera sigilosa, sin hacer el menor ruido, y oí lo que Elena le decía a mi madre:

—Te voy a contar lo que me pasó el sábado. Es una historia casi de película. No te la conté ayer porque estaba tu hijo delante.

No suelo ser cotilla, pero despertó mi curiosidad el hecho de que la señora Elena —amiga íntima de mamá— no quisiese que yo la oyera. Así que entré de puntillas en mi cuarto y, allí oculto, con la puerta media entornada, pude enterarme perfectame...

La borracha que tenía un cuerpo diez

Una pareja riñe en una terraza; él está borracho y ella también, pero menos. El tipo termina insultándola y dejándola allí sola. Cuando la mujer va a pagar la cuenta se encuentra que no tiene dinero. Uno que está al acecho la saca del apuro y se la lleva a su apartamento. Ella tiene un cuerpo diez.

Tercer sábado raro rarito. Mi novieta ha dejado de ser mi novieta. Otra vez solo como la una. Decido irme de cacería a la zona peatonal de copas y me siento en una terraza a estudiar el paisaje femenino. Quiero un café cortado. El camarero me mira como si yo fuera un bicho raro. A esa hora —nueve de la noche— la gente ya suele pedir cañas y cubatas. En la mesa contigua hay una pareja que habla a gritos. Ella se llama Luna. Lo sé porque a él le escuché decir: «No me cabrees, Luna, que me largo y te dejo sola...