La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar (4)

A dos semanas de licenciarme, aprovechando el aislamiento del edificio, el sueño de mis colegas y la fuerza de su venganza, el sargento Don Celio me cobró con creces.

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar. (4)

A callar

El Bigotes se había licenciado hacía ya dos semanas. ¡Cómo lo echaba de menos! ¡Su precioso culo lleno, velludo y tierno, tan parecido al mío! Al final, lo hice disfrutar como soñé, y acabó doblándose contra mi polla clavada hasta las pelotas casi todos los días que podíamos robarle media hora a la "defensa" del Estado. Y hasta con diez minutos escasos pudimos llegar a los orgasmos más intensos: en la playa, en el dormitori...

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar (3)

Por fin mis hinchados huevos encontraron la manera más dulce que hubiera podido imaginar de desahogar tan contenida presión.

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar (3)

El Bigotes

De manera que, tras el calentón de playa y casi el hervor con Don Celio, sólo tenía dos opciones: un estrepitoso pajote en las duchas o eso: un terapéutico duchazo de agua helada. Pero, como soy muy chulo, decidí quitarme el mono echando mano a mis tensores: el ejercicio me sienta de maravilla. Gracias a estas gomas mis brazos destacan entre los de todos los reclutas; tengo unos bíceps como berenjenas a pesar de que los pe...

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar (2)

Desnudo boca abajo entre la arena y el sol, rezaba para que los que se acercaban no fueran mandos de la Armada.

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar. Dos.

La playa.

Ellos se acercaban hacia mí sobre la orilla brillante, desierta. De seguir su trayectoria, pasarían sin remedio a unos metros por delante de mi despelotado cuerpo sudoroso. Pero no lo hicieron.

Eran muy maduros para ser simples reclutas: me temí lo peor. Llevaban las grises camisas colgando sobre el hombro –muy anchos esos hombros para ser "Spanish". Sí: la brisa me trajo retazos de una conversación anglosajona.

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La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar (1)

Fregar platos en la mili puede ayudarte a conocer a tus superiores: sobre todo si lo haces en pijama transparente y se te acercan por detrás.

La playa, el fregadero, el Bigotes y a callar

El fregadero.

Tuve la suerte de ser llamado a filas en la Armada Española justo el año anterior a la reducción del servicio militar a doce meses: me tragué los dieciocho enteritos.

Si me parara en cada episodio pintoresco (y hablo sólo de los morbosos, eróticos y sexuales), os aburriríais de excitación. Por eso, me saltaré la noche en el tren hacia el cuartel de instrucción, las duchas comunes y las nocturnas escapadas, pasaré por alt...

El conserje ataca

La mesa le llegaba justo a la altura del paquete y contra ella se frotaba ante mis narices aprovechando que estábamos solos en la sala común.

El conserje ataca.

Aquel día llegué quince minutos antes de la hora. En la sala común no había nadie. Me senté a repasar el plan del día. En eso estaba cuando se abrió la puerta y alguien entró. Era el conserje.

Como era su costumbre, vestía pantalón de pinzas, azules, demasiado ajustados, tal vez, para un hombre de cuarenta y cinco años. Pero le quedaban de maravilla.

Se acercó a mi mesa: el pubis le quedaba justo a la altura de la superficie de madera.

-Buenos días, Ganmin...

Cuatro por cuatro

Yo quería ser él cuando se follaba a mi mujer, pero luego quise que él fuera ella...

CUATRO POR CUATRO

Un día, sin decirle nada, llevé a mi mujer a una de esas salas donde van las parejas a hacer sexo.

Al llegar no vimos nada extraño, tan sólo que el camarero estaba cuadrado y la camarera tenía unas tetas de campeonato.

Nos sentamos a tomar unas copas y a observar a la gente que llenaba el local. Ella me dijo:

-¿ Has visto que solo hay parejas?

Yo me sonreí. Entonces, una de las parejas abrió una puerta que parecía un espejo y se metieron por ella. Lu...

Se vende

La medalla de la Virgen del Rocío, medio escondida en la maraña negra de su pecho, hizo el milagro de hacer saltar la chispa que acabó incendiando mis orificios.

SE VENDE

Hoy, miércoles, a las 12.30, estando yo solo en casa viendo mi cinta porno, llamaron a la puerta. Apagué el vídeo y abrí.

Era un señor de unos cuarenta y cinco años, bien vestido. Llevaba unos pantalones beige, ceñidos, y una camisa azul claro, abierta hasta el pecho. Allí lucía una cadena de oro con la Virgen del Rocío entre una maraña de pelo negro. Quería ver la casa.

Yo estaba en pijama, pero le invité a que pasara. No pude evitar fijarme en su culo, redondo y apretado, c...

Memorias del colegio

El espejo de los vestuarios me enseñó que las calzonas de gimnasia aprietan mucho más que las sotanas, aunque puede que sea al revés.

MEMORIAS DEL COLEGIO

Allá por los años setenta, cuando Franco daba ya sus últimas cabezadas, me enviaron de repente a un internado salesiano. Rondaba yo los trece años y estaba en plena ebullición sexual.

El internado era considerablemente grande: albergaba unos seis mil alumnos internos, comprendidos entre los doce y diecisiete años. Teníamos profesores curas, pero también seglares.

El complejo se componía de una treintena de edificios de ladrillo visto, unidos entre sí por corredore...

Don Benedicto

El jefe era todo un oso; el secretario un aguililla que le bailaba el agua y qué sé yo, que sólo era un ratón de biblioteca tras el queso de Don Benedicto.

DON BENEDICTO

Era nuevo en la oficina, un pequeño piso en el centro de la ciudad, habilitado como sucursal de una empresa madrileña de la construcción. Constaba de tres espacios principales: el hall, donde estaba mi mesa, un despacho con los archivos, donde reinaba Alonso, y otro más amplio, con baño incorporado, que era la sede del jefe, Don Benedicto.

Era Don Benedicto un cuarentón de mediana estatura, entrado en carnes sin ser obeso, recio y anchote, aunque su característica más peculiar...

El conserje

El primer día de trabajo, la primera cara que encuentro: el conserje: el primer hombre que me penetró.

EL CONSERJE

Yo soy bisexual desde que tuve mi primera experiencia con un hombre. Fue en un parque, de noche. Yo iba paseando, temeroso, y vi una figura junto a un árbol. Me detuve a orinar y en seguida noté su cuerpo junto al mío. Lentamente me cogió el pene y me lo acarició mientras que con la otra mano me apretaba las nalgas. Me di la vuelta y lo abracé. Noté su cuerpo bien formado y musculoso pero, sobre todo, sus nalgas redondas y abundantes.

Le saqué el pene y comencé a succionarlo...