Cuatro risas y un llanto

Eran chavales duros, que habían crecido en la calle, entre chabolas y camellos, y sin embargo en el fondo eran trozos de pan en cuanto recibían algo de atención y afecto. Sin embargo no todo el campo era de rosas. También estaba Arancha.

Tras muchas divagaciones, finalmente me convencieron para ir de cocinero al campamento. Lo cierto es que no me hacia mucha gracia, no tanto porque no me gustase cocinar, sino porque me iba a tirar la mayor parte del día encerrado en la cocina para tener las comidas a la hora en punto. Lógicamente, uno espera aprovechar un poco mejor sus vacaciones. Por otro lado, se trataba de un campamento en el que los chavales que iban eran un tanto conflictivos (provenían de entornos familiares complicados y de cl...