De magreos en la piscina a una follada descomunal.
Cuándo la pluma pasaba por mis pezones no podía evitar gemir de placer y ni decir cuándo acarició mi clítoris ya crecido de mi orgasmo anterior. La única parte de su cuerpo que entraba en contacto conmigo eran sus labios cuándo me besaba. Nunca había tenido tanto placer concentrado y el hecho de no poder hacer nada al estar atada lo acrecentó aún más.
Era una mañana calurosa del mes de julio, ya no había clase y celebrábamos la típica comida de despedida en el jardín de un amigo de la universidad.
La fiesta tenía una temática hawaiana así que me podría deleitar con los cuerpos de mis compañeros en bañador y decidí ponerme un bikini bastante sugerente sobre un vestidito de playa que apenas me cubría media pierna.
Llegué bastante temprano para ayudar, ya que Nico, el dueño de la casa y yo nos habíamos hecho bastante amigos al compartir el coc...