¡Dámela toda, mi amor! (10)

La relación amorosa entre el boxeador Gallo Méndez y la bailarina de strep-tease Helga continúa de una manera morbosa.

¡Dámela toda, mi amor! (10)

  1. Exhibicionistas en el puente.

Nos adentramos en el barrio antiguo y miramos en los escaparates de unas conocidas tiendas de la ciudad que ella visitaba con frecuencia. Mi... exigente amiga no encontró lo que deseaba y nos metimos en el enorme hipermercado del centro de la capital, que había abierto hacía poco tiempo, cuando cayeron los últimos resquicios del comunismo.

Allí vio las ropas que buscaba, y de hecho, ya salió con un modelo puesto, una minifa...

¡Dámela toda, mi amor! (9)

Gallo Méndez prosigue sus amoríos con la hermosa Helga, a pesar de los problemas del Club Lastritza. El boxeador escribe y me pasa los papeles de la narración para que yo los lleve a una editorial o una web -como este caso- para su publicación. Continúa agradeciendo al lector la buena acogida de su historia.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (9)

  1. El coche del placer.

El tema fue la horrible muerte de Sanakos. Al día siguiente, por la tarde, se presentó completamente recuperado, en el despacho para hablar con Sándor. De hecho ya se asustó y cambiaron las facciones de su rostro cuando se enteró que aquel fin de semana no estaba Miklos, porque era más condescendiente con sus empleados. No se supo con exactitud qué hablaron durante una hora, pero nos imaginamos que no se esperaría nada bueno. Luego el jorob...

¡Dámela toda, mi amor! (5)

Gallo Méndez, el boxeador empleado como vigilante del club nocturno, empieza a tener los primeros problemas.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (5)

  1. El nuevo trabajo.

Después ante el televisor. ¡Nada! No me podía concentrar. Me puse finalmente una película X, no recuerdo ahora el título, sin embargo sé que actuaba la actriz Silvia Saint, checa, rubia, cara de niña, que hacía también unas soberbias felaciones ¡Oh, Silvia, Silvia, me gustaría ser una víctima más de tus malvados planes como interpretas magistralmente en esa escena.

Y a ella invoco, como una musa más para proseguir esta narración, es deci...

¡Dámela toda, mi amor! (6)

Gallo Méndez agradece a los fieles lectores y lectoras los comentarios positivos y negativos sobre sus eróticas aventuras en un club nocturno de Budapest.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (6)

  1. Espectáculos nocturnos, putas y clientes.

En los siguientes días dejé la habitación del hotel, que no me podía costear pues sabía que me iba a quedar allí una buena temporada, y me alojé en un pequeño estudio alquilado que afortunadamente ya estaba amueblado, cerca del casco antiguo de Budapest. Trabajaba solo por las noches, dormía por la mañana, y por la tarde acudía a un gimnasio y seguía las instrucciones de Dimitri durante el entrenamiento. Se murmurab...

¡Dámela toda, mi amor! (7)

Continúan los problemas en el Club Lastritza en Budapest.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (7)

  1. La rudeza del amo.

Esta vez Helga, con las habilidades de su voluptuoso cuerpo se encargó de sujetarme bien tanto física como mentalmente. Abrazado, entre frenéticos besos en su cama, los músculos de su vagina oprimían levemente mi pene, hasta que esa presión se iba haciendo más fuerte y, a la vez, más placentera. No podía evitar en mi cara gestos de gusto.

-¿Qué, Gallo? ¿A quién quieres? ¿A esas tortilleras o a mí? -preguntaba la muchacha entre gemid...

¡Dámela toda, mi amor! (8)

Prosiguen las tensiones e incertidumbre en ese misterioso club nocturno. Gallo Méndez, su protagonista, me dice que les haga llegar a ustedes su agradecimiento por los comentarios positivos y negativos y las críticas de los lectores y lectoras, pero de momento no se quiere dar a conocer.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (8)

  1. Renovación de contrato y reproches.

Volví en seguida al local. Las luces de neón parpadeaban en la creciente noche pues habían abierto hacía unos minutos. Cuando entré, se adelantó Macro y me dijo tembloroso y muy pálido:

-Sándor quiere hablar contigo.

Me temía cualquier cosa, pues siempre suelen recibir golpes los seres más generosos. Me presenté en su despacho. Estaba sentado y sobre su mesa se hallaba Elisabeth, otra bailarina. Debí entrar en...

¡Dámela toda, mi amor! (3)

Prosiguen las aventuras del boxeador como empleado de seguridad de un prostíbulo de lujo de Budapest.

¡DÁMELA TODA. MI AMOR! (3)

  1. Saber golpear.

En Budapest se hablaba del espectacular torneo de boxeo, al que acudían luchadores de países europeos y americanos. Después de intensos días de pruebas, combates y selecciones quedaron el ruso Damaiov alias "el Zar de Kiev" y yo con mi particular nombre Gallo Méndez.

La exacerbada gente que rodeaba el ring en el palacio de deportes nos coreaba. Entre el público, lógicamente, había hermosas muchachas -la mayoría prostitutas- para dar un...

¡Dámela toda, mi amor! (4)

Continúan las aventuras del boxeador Gallo Méndez como empleado de seguridad de un prostíbulo de lujo de Budapest.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR! (4)

  1. Otra vez Yovana.

Yovana se presentó otra vez en mi piso. No lo hizo como una mujer separada, sino como una dulce y fiel esposa del dueño de un restaurante. Habían transcurrido dos meses desde nuestro encuentro, el último encuentro.

-¿Y tú? -preguntó ella amablemente después de terminar su pequeño vaso de ron-. ¿Has rehecho tu vida?

-Si llamas rehacer la vida a conocer a la mujer de mis sueños estás equivocada -respondí con seriedad.

Miraba po...

¡Dámela toda, mi amor!

Un boxeador llega a Hungría para competir en un torneo, pero acaba convirtiéndose en portero y empleado de seguridad de un prostíbulo de lujo de Budapest. Allí conocerá a Helga, una muchacha. Es un amor que finalizará en una tragedia. Se trata de una serie erótica que narra esas desdichas y alegrías. Hoy se ofrece el primer capítulo.

¡DÁMELA TODA, MI AMOR!

  1. Una sorpresa agradable.

El timbre sonó. En realidad no esperaba que en aquella lluviosa tarde de otoño acudiese ella a mi apartamento, pero cuando atravesó el umbral de la puerta con su arrollador cuerpo de voluptuosos pechos y largas piernas, la agradable visión no era un sueño.

Dejó su chaqueta de cuero negro y yo me fijé en sus cimbreantes formas. Solamente eran curvas. Se llamaba Yovana.

Era mulata y no se trataba de ninguna casualidad el hecho de estar...