Un hombre infiel

Cuando me sintió encima de ella me dijo: -Quiero ser tuya, penétrame, cójeme, disfrútame Sebastián. Yo no podía aguantar más, le fui bajando la falda.

Mi vida matrimonial se había vuelto rutinaria, siempre lo mismo de lo mismo. Mi esposa sufría de tiroides y muchas veces cambiaba de carácter; algunas veces cuando quería llevarla al cine ella no quería, otras veces cuando yo llegaba cansado del trabajo quería que la lleve al cine o a cenar y se molestaba cuando yo le decía que estaba muy agotado. Mis hijas eran pequeñas y muchas veces mi esposa se dedicaba más a ellas que a mí. En la cama era muy fría, no era apasionada, y cuando hacíamos el amor me...