¿Te atreves con un jovencito?
Esa fue la pregunta que le hice a mi mujer. Estábamos en un camping lleno de jóvenes borrachos. Y vaya si se atrevió, pero no fue uno solo
“¿Te atreves con un jovencito?”
He de reconocer que me gusta mi mujer. En su plena madurez, me sigue encandilando como el primer día. Ha mejorado como el buen vino en barrica de roble. Las curvas ahora son más rotundas, más seductoras, y los pechos… ¡Qué maravilla! Han cedido algo por la ley de la gravedad, pero siguen siendo preciosos y tersos. Los pezones aún tienen la dureza de los de una jovencita, y os aseguro que cuando se miran sus pechos, uno se olvida de las pequeñas arrugas del cuell...