Por fin estás aquí
Poco a poco comencé a introducirme dentro de ella. No quería que se pusiera a cuatro patas por eso la agarré por encima de las manos mientras apretaba contra el colchón. Ella se sujetó fuertemente a mi a la vez que dejó escapar un gemido
Eran las dos y media de la mañana, acababa de cortar bruscamente la conversación con ella. Su marido se había despertado y yo me había quedado desnudo encima de ella. Aún recuero la postura que tanto le excitaba. Estábamos empapados en sudor, flujos y un ligero olor a vainilla que todavía desprendía el aceite que había comprado para la ocasión.
Todo empezó con un ingenuo, tímido y nervioso beso en la boca. El segundo más prolongado en el tiempo consiguió despertar a esa pequeña fiera que llevamos den...