Una voz angelical (8)
Supe que en cuanto la verga de Adiel me penetrara, no habría vuelta psicológica atrás! Porque va a gustarme: lo presiento... Sí: ¡el placer de la cogida cerraría una mutación originalmente contraria a mi voluntad!
Volví a observar mis senos, tan firmes, rotundos y perfectos como los de mi madre, y no pude menos que concentrarme en nuestros pezones sobresalientes, endurecidos. "Hay excitación en mi madre", pensé. "En mí, también". Me di cuenta, entonces, de que los signos externos de nuestro apetito sexual se habían vuelto idénticos: que yo estaba ya reaccionando eróticamente como mujer... "¡Dios!"... Seguí tocándome... Y gemí: de manera audible, e irrefutablemente femenina.
–¡Vaya! –se complació mi madre, mientra...