Un cúmulo de casualidades III. Final del juego

Lola cumple la promesa realizada a Nico, mientras el juego que mantienen se acerca a un inesperado final.

Tras el encuentro en el coche, Lola se tomó muy enserio la promesa realizada a Nico antes de que penetrara su ano con el dedo. Quería probar el sexo anal con su hijo y que fuera él quien tomara esta última virginidad de su cuerpo. Los tabúes anteriores respecto a esta práctica comenzaron a resquebrajarse, debilitados por la sensación del orgasmo al recibir el pene y el dedo de su hijo en su interior de forma simultánea. Sin embargo, aún quedaba la barrera que suponía la pequeña estatura de Lola y su esfínte...

Un cúmulo de casualidades II. Las reglas del juego

Nico y Lola consolidan su relación, estableciendo unas reglas para regular sus encuentros. Todo parecía muy bien pensado, pero como todo el mundo sabe, las reglas están para romperlas.

Los rayos de sol que se filtraban entre las rendijas de la ventana se posaron sobre el rostro de Lola, apoyado sin mucha ceremonia en la almohada con el pelo ensortijado revuelto y pegado. Arrugó la naricilla por el picor, apretando los ojos y contuvo un estornudo con la mano, amortiguando el sonido. La consciencia la alcanzó de manera inmediata y abrió los ojos, parpadeando varias veces para despejarlos. Estiró sus brazos para desentumecer su cuerpo y sintió crujir su espalda de manera satisfactoria al des...

Un cúmulo de casualidades

Una sucesión de casualidades provoca que madre e hijo se vean envueltos en una situación imposible de manejar. Primer relato de Nico (18) y Lola (38)

Lola abrió los ojos cuando el pene de su marido entró en ella. Penetrándola desde su espalda, abriendo sus labios vaginales ligeramente humedecidos y enterrándose en su fondo de una estocada. Colocada a cuatro patas al borde de la cama, sus ojos se centraron en el reloj digital de la mesilla opuesta. Los números rojos parpadearon, marcando las 23:51, justo en el momento que las grandes manos de Juan se cerraban entorno a sus caderas y comenzaba a moverse dentro de ella.

Sus dedos se engarfiaron en tor...