Una habitación de hotel
Nos encontramos para una nueva aventura
Me la voy a comer toda, dijo. Se tumbó entre mis piernas. Recuerdo lo que me dijo aquella vez: Me corro de solo pensarlo, con la pollita en la boquita. Te voy a comer entero.
Y lo hizo; como hipnotizada, miraba mi pene enhiesto y vibrante, lo tomó entre sus manos y le dio un lametazo. Entró, de nuevo, en trance. Se metió el glande en la boca, como si no existiera nada más en el mundo, y comenzó a presionar la pelvis contra el colchón. Sus gemidos ahogados me ponían a mil, más que los grititos y gemido...