Todo llega
Tras 15 años de deseos clandestinos, al fin culminé la más sublime de mis fantasias: hacer maullar a mi tía.
Mi tía Maché tenía 57 años, unas caderas suculentas, el culo más glorioso a este lado del Atlántico y una boca construida para el pecado. Desde mi más tierna adolescencia siempre había sido la musa más musa de todas mis musas eróticas. Hace poco realicé el cálculo de todas las ocasiones en que me había masturbado pensando en ella. El resultado fue estremecedor: 1499 veces la había poseído durante mis más pérfidas labores onanistas. El cálculo fue sencillo, pues mínimo me la había pelado dos veces a la...