Lidia: Quiero a jugar a un juego

-Hola Lidia, quiero jugar a un juego -dijo una voz a su espalda. -¿En serio?¿Habéis montado un pasadizo del terror? Una mano grande y fuerte la agarró por la nuca y la empujó con tanta fuerza que su cuerpo dio de bruces contra la pared. -Te he dicho que quiero jugar a un juego y voy a jugarlo [Trío]

-¡Ni de coña! ¿Me oyes bien? ¡Ni de puta coña! - gritó Lidia, por enésima vez esa semana.

-Venga, no seas así… si sabes que lo pasaremos bien – suplicó Jaime, sin tener muy claro porqué se empeñaba en seguir insistiendo.

-¡He dicho que no y es que no! – volvió a exclamar ella.

-Te lo compensaré, de verdad… - trató de tentarla el chico.

-Ni con todo el oro del mundo me lo podrías compensar – terminó Lidia tajante, antes de salir de la habitación dando un portazo.

Jaime suspiró. ...

Crush

-Eres un puto acosador que, además de fingir ser quien no es ¡ha estado investigándome! -dijo Laura, exasperada. Alejandro volvió a reír. -¡Deja de reírte, maldita sea! – gritó ella. -No soy un acosador, simplemente un fan. Estoy fascinado por ti desde el momento en que te conocí.

Después de tantos años de carrera y el último de máster, lo único que le quedaba por hacer era cumplir su sueño de abrir su propia consulta. Y lo que siempre había parecido el obstáculo más fácil de salvar, había resultado ser la peor experiencia de su vida. Con apenas un año de experiencia laboral, se sentía sobrepasada por las circunstancias.

Laura era una joven psicóloga de 27 años, con unos preciosos ojos almendrados de color castaño que enamoraban a cualquiera que los miraba, sus labios carnosos...

Dani: Graduación de un pringado

La profesora llevaba unas gafas de esas que a veces llevan las MILFS en pornhub, y los labios pintados de un intenso rojo pasión. Se acercó a ella. -¿Tienes fuego? – le preguntó Dani. -Si eres menor no deberías fumar – contestó ella, con una voz profunda. -No soy menor ¿tienes fuego o no?

-¡Deja de tratarme así, jolin, mamá que ya no tengo 10 años! – gritó Dani, frotándose fuertemente la mejilla donde ella le había dejado una marca de carmín.

-Mi niñito se hace mayor – suspiró la mujer, embargada por la emoción – Ya te gradúas… ¿No es increíble?

-No, mamá – contestó él, con la mejilla enrojecida, apartándola suavemente -, para eso he estudiado todos estos años.

-Deja al menos que te ponga bien la corbata – suplicó ella, y el chico accedió.

Dani era un joven de 18 años...