Susana, Ricky y el tarro de mermelada

La famosa leyenda urbana, ahora hecha relato.

Susana, Ricky y el tarro de mermelada.

Nuestra querida Susana era un encanto de niña. De hecho, cuando hablaban de encanto, quienes la conocían acababan nombrando indefectiblemente a Susana. Por supuesto, no se llama Susana; he cambiado su nombre para preservar su identidad (si es que eso es posible) y ahorrarle vergüenza (ídem).

Como adolescente temprana que era (contaba los días para cumplir los catorce) tenía un cuerpo que a trozos parecía de mujer y en zonas todavía era de niña. No...

El silbo de mi abuelo

Recuerdos de los veranos de mi infancia junto a mi abuelo.

El silbo de mi abuelo.

Cuando era pequeño vivía en Tenerife. Ahora soy grande y lo hago en Madrid. Pero cuando era pequeño y vivía en Tenerife, íbamos todos los veranos de vacaciones a La Gomera. Allí vivía mi abuelo, en un pueblo perdido en un valle en el norte de la isla. Vivía solo porque mi abuela murió, pero no sé cuándo. El caso es que todos los veranos íbamos, y él se ponía muy contento, sobre todo de ver a su nieto. El nieto era yo, no sé si lo he dicho.

A mí en parte no me gustaba...

Carta a Penthouse

Carta enviada a la revista en que un lector cuenta lo que le pasó con la hermana pequeña de una amiga. Sin desperdicio.

Carta a Penthouse.

Esta carta fue publicada originalmente en Penthouse, edición española, en noviembre de 2003. Es mucho más larga que las que publican en la sección en que apareció, pero los editores consideraron oportuno publicarla completa. La cuelgo aquí previo permiso expreso del autor para entretenimiento de todos los internautas.

Estimados lectores de Penthouse:

Esto, damas y caballeros, aunque no lo crean (no se me ocurre poner en duda que duden de mí), ocurrió de verdad. Yo h...

Ella

Una joven es seducida en su primera y más fantástica relación sexual de su vida, por otra mujer en unos lavabos.

Ella llegó. Sin mediar palabra, me tocó, y me besó. En la mejilla. En el cuello.

"Para -dije.- "Ni siquiera conozco tu nombre".

"Marta –me contestó- pero, ¿qué importa?".

Me miró y me besó en la punta de la nariz. Sus manos rodearon mi cintura, y yo me estremecí. Ella lo notó y me sonrió. Me besó en la boca. Jamás me habían besado así, ni siquiera un chico. Metió con delicadeza su lengua en mi boca y la movió en sentido circular, enroscándola ligeramente. "Dios, ¿pero qué estoy hacien...