Nunca digas nunca
Quién lo iba a decir. Yo, que soy el macho más macho del mundo, caí rendido ante una polla. Lo peor de todo es que me gustó, y más lo que vino después; aunque he de reconocer que hasta que no la tuve frente a mí, nada me hizo sospechar lo que era.
Quién lo iba a decir. Yo, que soy el macho más macho del mundo, caí rendido ante una polla. Lo peor de todo es que me gustó, y más lo que vino después; aunque he de reconocer que hasta que no la tuve frente a mí, nada me hizo sospechar lo que era.
Todo empezó un viernes en el trabajo, poco antes de la hora de plegar. Mario, un compañero muy de la broma, me propuso irnos de copas a un pub que había descubierto hacía muy poco. Me aseguró que jamás había visto mujeres como las de aquel lugar, y que con u...