El admirador
Un webcamer se cita con uno de sus admiradores
Esto le ocurrió a un amigo cuyo nombre no daré porque prefiere no darse por aludido. Le llamaremos Mario. Mario vivía por entonces en un pueblo a 40 kilómetros de Barcelona. Hacía porno por webcam. Entre la reunión de pajilleros que se excitaban mirándole, destacó uno especialmente devoto. Era el típico espectador que se enamora de la pornostar: elogioso todo el tiempo, atribuyéndote virtudes que no tienes y suspirando por conocerte en persona. Mario, que se sintió halagado, cometió el error de quedar con é...