Sara y Rosebud
Las cosas al final no se pueden controlar tan fácilmente, un juego siempre se complica.
Pasaban los días y yo no me podía quitarme esas imágenes de mi cabeza, la sensualidad de Ana me perseguía y se estaba convirtiendo en una obsesión.
Pero yo no era lesbiana, siempre me habían gustado los hombres y Juan era mi vida, mi amigo y mi amante.
Si es verdad que en nuestras fantasías y juegos de pareja siempre había estado otra mujer, pero sin cara, sin nombre y sin alma.
Ana me había escrito, y yo buscando cualquier excusa me deshacía de ella aunque mi cuerpo entero me pedía...