Samantha

Como una tarde de lluvia me llevó a disfrutar de la noche más caliente de mi vida.

Su caminar altivo y desafiante me impresionó desde el primer día. Su cabellera negra ondeaba al viento frío del invierno quiteño. Su esbelto cuerpo parecía detener el tiempo con su armónico movimiento. Sus ojos protegidos por unos breves espejuelos, inmutables siempre veían hacia el frente.

Era mi deleite cada día, salir a una de las muchas plazas de la ciudad por donde cada tarde puntualmente aquella diosa iluminaba con su presencia el gris crepúsculo serrano.

No sabía cómo acercármele, mi...