Regreso al placer perdido
Un joven universitario vuelve a visitar a su maduro follamigo para una cita muy especial.
Antonio dejó las llaves sobre la mesilla de la entrada, bajo el espejo, como de costumbre. Hacía ya un par de meses que acudía a nuestra cita semanal o, al menos, respetando esa frecuencia siempre que se podía. Las últimas ocasiones me habían resultado algo aburridas y se habían espaciado algo más de la cuenta, principalmente porque, por muy macho que resultara, su naturaleza callada, su temor a que nos oyeran los vecinos y su mente “tradicional” habían empezado a hacer que cada vez me costara más soportar...