Campo de batalla

Estaba furiosa. Con Armando, con ella misma y con aquella maldita dinámica de lucha de sexos trasladada al sexo. Cada vez que discutía con su marido, ambos se enzarzaban en una estúpida batalla en la que ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Surgían los constantes reproches, pasados resentimientos, hirientes ironías... Solo podía ganar uno. No había lugar al dialogo y la comprensión. Y en aquella cruenta guerra, el sexo era una temible arma.

  • Cariño ¿ocurre algo? – preguntó el hombre, viendo una extraña expresión en el rostro de su mujer, quien gesticuló negativamente con la cabeza -¿Y ese?...¿Qué quería?... – insistió mirando la gruesa figura que se alejaba caminando cansinamente por la arena de la playa

  • Ah... ¿ese?... nada, cielo... es tan solo el encargado de las tumbonas

  • ¿No le hemos pagado ya?

  • Si...si... tan solo preguntaba si deseábamos algo más... ¡Uff! ¡Que calor!... – exclamó la mujer cambiando nervios...

El nacimiento de Paula

Los nítidos e inequívocos gemidos de placer otorgaban la victoria al viejo, mientras ella se hundía en un extraño abismo de contradictorias emociones.

Desde que Raúl entrara por la puerta lo oía despotricar enojado, hablando solo como un demente. Cuando llegó al salón donde ella estaba, Paula dejó la revista a un lado y lo miró con sonrisa irónica.

Cariño. ¿Te ocurre algo? – preguntó pacientemente, acostumbrada a las protestas en forma de largos monólogos por parte de su marido.

¡Joder! No soporto a ese asqueroso... – respondió el iracundo Raúl - ...ese puto viejo verde... – remachó soltando violentamente la chaqueta contra el sofá,...

El descontrol de Alicia (3)

La idea de haber estado a punto de entregarse a un completo desconocido la atormentaba. Pero la imagen de aquel tipo babeando sobre ella, así como la sensación de su polla sobre los rendidos labios vaginales, desquiciaban su mente, provocándole contradictorios sentimientos de vergüenza y lujuria.

Aliviada un tanto su rabia tras el rosario de golpes e improperios, Alicia procuró concentrarse en la masturbación, necesitaba calmar el sobrecogedor ardor que la devoraba. Sus finos y ágiles dedos friccionaban vehementemente el inflamado y abultado clítoris, al mismo tiempo que, con los de la otra mano, acariciaba sus pechos, haciendo especial hincapié en los empitonados y pétreos pezones.

La idea de haber estado a punto de entregarse a un completo desconocido la atormentaba. Pero la imagen de...

El descontrol de Alicia

No tenía que haber bebido tanto. El motivo de aquella cita era para cortar con él. En cambio, se había dejado embaucar por los pícaros encantos de Carlos. Ahora ya no estaba en situación de mantener una charla seria y mucho menos, cortar con un hombre que la ponía tan caliente.

No tenía que haber bebido tanto. El motivo de aquella cita era para cortar con él. En cambio, se había dejado embaucar por los pícaros encantos de Carlos. Ahora ya no estaba en situación de mantener una charla seria y mucho menos, cortar con un hombre que la ponía tan caliente.

Ese era uno de los motivos por los que Alicia quería alejarse de Carlos: el descontrol. Daba igual cual fuera la situación, las circunstancias o el lugar; ella siempre terminaba comportándose como una perra en celo.

...

El descontrol de Alicia (2)

Quería haberle dicho que esa no era la respuesta que esperaba. Ella perseguía “amor” en vez de “deseo” en aquella frase, pero los ardientes labios de él ya recorrían el cuello de Alicia y su mano volvía a estar donde casi toda la noche, en la pertinaz humedad de la muchacha. Su líbido resurgió, tan voraz y salvaje que durante unos segundos creyó asfixiarse ante la repentina ausencia de aire en los pulmones. Se sabía vencida una vez más. Aquel hombre la dominaba a su antojo y ella jamás podría negarle nada.

Sumida en autoreproches, Alicia se dejó caer en el asiento del copiloto. Carlos arrancó el coche y comenzó a circular a través de la ciudad. Absorta en sus fustigantes pensamientos, la abatida joven, inmersa en un profundo silencio, perdió la noción del tiempo y el espacio.

Estás muy callada – escuchó decir a Carlos, notando como éste reducía la velocidad hasta detenerlo por completo - ¿Te ocurre algo?

Esto no puede seguir así – exclamó Alicia rompiendo su mutismo ante las sorprendente...