Campo de batalla
Estaba furiosa. Con Armando, con ella misma y con aquella maldita dinámica de lucha de sexos trasladada al sexo. Cada vez que discutía con su marido, ambos se enzarzaban en una estúpida batalla en la que ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Surgían los constantes reproches, pasados resentimientos, hirientes ironías... Solo podía ganar uno. No había lugar al dialogo y la comprensión. Y en aquella cruenta guerra, el sexo era una temible arma.
Cariño ¿ocurre algo? preguntó el hombre, viendo una extraña expresión en el rostro de su mujer, quien gesticuló negativamente con la cabeza -¿Y ese?...¿Qué quería?... insistió mirando la gruesa figura que se alejaba caminando cansinamente por la arena de la playa
Ah... ¿ese?... nada, cielo... es tan solo el encargado de las tumbonas
¿No le hemos pagado ya?
Si...si... tan solo preguntaba si deseábamos algo más... ¡Uff! ¡Que calor!... exclamó la mujer cambiando nervios...