Canal 71, etcétera.

Una fantasía bastante irreligiosa.

No sabía hablar. El muy mojigato, no sabía hablar.

Fue entonces cuando pensé que es mejor ir al infierno, que pasar la eternidad en un paraíso ignorante.

Yo estaba en casa, fumándome una pipa de marihuana (lo admito). Tenía los ojos rojos y la boca reseca; no paraba de reír.

Hubiera podido estar viendo una buena película porno, pero mis dedos ya habían caído en el número 7 y después en el 1 del control remoto, en lugar del 6 y luego el 6, después del 6, reglamentarios para ver erotismo.

...

Érase un Joven Predicador

Sé que el abuso sexual no es reglamentario en la religión, pero como irremediablemente la Puta Romana me excita, presento para ustedes:

Me tenía hasta el gorro escucharle decir que iríamos al infierno.

Yo, sentado en la primera fila del auditorio, cabeceaba. No creo que alguna vez alguien me hubiera visto con semejante cara de aburrimiento. Como es obvio pensar, yo no me encontraba ahí por gusto ni por necesidad.

Él gritaba al micrófono y no paraba de dar vueltas alrededor del escenario. “Del escenario, porque no es más que un actor”- Pensé. Y decía que iríamos al infierno, que era el enviado de Dios y acusaba de herejes a los c...

Femme/Male/Invitación a un Hetero.

Mis primeros poemas (aunque francamente no sé qué tan bien o mal estarán... :-S )

FEMME

¡Qué delicioso…!

Hay mujeres

Que no requieren

Del calor

De los hombres.

Llámalas

Bacantes.

Yo las llamo

Amantes.

Se besan

Y aún se pasan

Las manos

Por las piernas.

Gozan

Con besos

Y ríen

Entre abrazos.

¿Quién las señala?

¡Alto, iglesia!

Anula tu sentencia.

Rechaza la propia

-indecencia.

¡Amantes

Antiguas

De Europa

Y América!

¡Estampas

...

En cualquier cantina de cualquier puerto...

Un extraño personaje vestido de negro entra en una cantina costera, por ahí del año 1700ytantos y pide una prostituta. Es la primera historia que publico, les agradecería mucho si la valoraran :-)

Nadie se percató de cuando un personaje de estatura mediana, complexión fuerte pero delgada, finas formas hasta eso y andar rudo, pesado, característico de aquellas personas que pasan demasiado tiempo en un navío, entró a una cantina en aquel puerto.

Iba ataviado con un sombrero adornado con una larga pluma blanca y sobre los hombros tenía echada una larga capa bajo la cual, a su paso, se balanceaba una cimitarra.

-¿Le servimos algo, señor?- Preguntó el cantinero.

-Una cerveza y algo...