La gata, mi gata.
Su piel de ébano vivo brillaba por el contraluz. La diferencia de aquella gata con una lupa de antaño es que ella no aullaba a los transeúntes, maullaba. Y me maullaba a mí, su arriero aristarco.
Ella era una gata, grandota diría yo, una gata grandota meneándose como una lupa en la ventana. Su piel de ébano vivo brillaba por el contraluz. La diferencia de aquella gata con una lupa de antaño es que ella no aullaba a los transeúntes, maullaba. Y me maullaba a mí, su arriero aristarco. Así fuese efímera la cosa yo sería su señor. Afuera, por ahí en la ventana si bajabas la vista estaba Sábana Grande, y dentro, aquí, encima del colchón del hotel, pegado a mí estaba un tal señor que yo aún ni conocía per...