Mi hermana, su amigo y yo

A mi lado, estaba un joven descomunalmente grande, de raza negra. Rondaría los dos metros, incluso puede que los superara. Con la cabeza rapada, muy musculado. Y lo que ya era del todo alucinante es que estaba como Dios le trajo al mundo, completamente desnudo, con sus veinte centímetros de flácido instrumento colgado de ahí.

Sólo hacía tres días que mi mujer se había ido de casa, cuando ya mi madre me propuso que volviera a instalarme en la casa familiar. Así no estaría solo, tendría menos tiempo para comerme la cabeza y me ahorraría el dinero del alquiler. Tenía bastante razón. Al fin y al cabo vivíamos a apenas cuatro calles, hecho que había contribuido a que mi mujer siempre me echara en cara que en realidad yo nunca me había acabado de irme de casa de mis padres.

A pesar de que la oferta, como digo, era tentadora...

Primeras experiencias con mi prima

La verdad es que cuando mi prima me telefoneó para decirme que le habían dejado una película de vídeo y pedirme si podía pasar esa tarde a verla en mi casa, pues en la suya no disponía aún de aparato, no me emocionó.

La verdad es que cuando mi prima me telefoneó para decirme que le habían dejado una película de vídeo y pedirme si podía pasar esa tarde a verla en mi casa, pues en la suya no disponía aún de aparato, no me emocionó. Me llevaba bien con ella, pero tenía otros planes. Básicamente aprovechar la ausencia de mis padres para campar a mis anchas por casa, beber algo del mueble bar y hacerme una o dos pajas. Lo típico en un crío de catorce años, que era la edad que yo tenía entonces. Sin embargo, acabé acept...