Las hermanitas hermanadas y Simón
El cuerpo del inexperto joven guardaría mudo nuestros perversos secretos. Llegada la hora, subimos al departamento. La madre se fue. La puerta se cerró y nuestro pacto de dos se abrió por fin. Antes de entrar, Ettel me miró con severidad diciendo -Esta vez, te voy a hacer doler en serio, sábelo.
Sentí que se trataba de un inoportuno pedido listo para arruinar nuestros jueves especiales, cuando la vecina del tercero dijo que subiéramos dos horas a cuidar a Simón, su hijo. Ella se reuniría con los del cuarto, para jugar a las cartas. Debíamos estar allí para reemplazarla a las 17 hs.
Mi hermana Ettel y yo, solíamos tener nuestros juegos a solas todos los jueves desde nuestra más tierna pubertad.
Todavía a mis 14 años, nuestra madre, nos hacía bañar juntas para agilizar el trámite.
...