El placer de la dominada
Minirrelato sobre mi esclava y yo mismo
No protestaste cuando até tus manos juntas al saliente de la pared. Tus brazos tiraban hacia arriba de tus pechos, que también bajaban y subían por tu respiración nerviosa. La cinta negra que tapaba tus ojos limitaba tus sentidos, de modo que solo tu piel me notaba cerca. Deseabas tenerme cerca. Querías que me rozara contigo. Pero quería sobre todo sentir mis manos.
Agarré con fuerza tu nalga. Un pequeño salto se siguió de un leve gemido con el que acercaste tu sexo a mi entrepierna. Lo noté húmedo cu...