No se salva nadie

En mi vida todo esta permitido.

La primera vez que la ví fue una mañana cuando volví del colegio. Yo tenía catorce años, y mis hormonas estaban prácticamente a flor de piel, pero aunque no hubiese sido así, Guadalupe era capaz de hacerlas hervir en cualquier hombre.

Ella tenía el pelo castaño, casi negro, muy abundante, y con unos rulos que la hacían parecer una verdadera leona. Su piel era oscura, y esto hacía que sus ojos celestes resaltaran en una forma increíble. Pero lo que más me llamó la atensión fue su boca de labios c...