Eludiendo la rutina

Continuación de un pocillo de azúcar.

Tras el excitante primer día de nuestras vacaciones, las siguientes jornadas fueron igual de agradables. Al margen de la playa, nuestra actividad se centró en continuar intensificando las sorprendentes relaciones con Ana y en ocasiones también con Roberto, aunque éste con menor frecuencia, al estar casado y depender de compromisos familiares. Y así transcurrió la primera semana.

Pese a lo gratificante que resultaba aquello, me di cuenta de que estaba convirtiéndose en algo rutinario, con lo que...

Un pocillo de azúcar

Gracias a un olvido, disfruté de una de las sesiones de sexo más placenteras de mi vida.

A principios de Julio, mi marido y yo nos fuimos a pasar tres semanas de vacaciones a un pueblecito de la Costa Brava. Habíamos alquilado un apartamento muy cercano a la playa, donde nos instalamos a nuestra llegada.

Mientras Paco quedaba en el apartamento deshaciendo las maletas, bajé a la búsqueda de un supermercado donde poder surtirnos de las cosas más elementales. Afortunadamente había uno junto a nuestro edificio y entré en él, dispuesta a hacer la compra. No llevaba allí ni dos minutos cua...

Espectadora privilegiada

Desde mi ventana fui testigo del morboso espectáculo que dieron mis vecinos... pero la cosa no quedó ahí.

Había tenido una placentera sesión de sexo lésbico con mi vecina Teresa aquella misma mañana, tras contarme una morbosa experiencia que ella había tenido poco tiempo antes con dos hombres a la vez, relato que nos introdujo a ambas en una vorágine de lujuria y nos arrastró a una situación inesperada y excitante.

Eso era algo que unos meses antes ni siquiera hubiera podido pasar por mi imaginación, pero desde el intercambio de pareja que mi marido y yo habíamos mantenido con nuestros amigos Julio...

Sorpresa con mi vecina

La vecina a quien consideraba una mojigata me sorprende gratamente.

Yo sabía perfectamente que mi marido siempre se había sentido atraído por mi vecina Teresa, una mujer aproximadamente de nuestra edad -45 años-, aunque nunca se había atrevido a confesármelo. No obstante, a raíz de nuestro encuentro con un matrimonio amigo, Julio y Carmen, cambiaron muchas cosas en nuestra relación y una de ellas fue un aumento de la mutua confianza. Nos lo contábamos todo, o casi todo, porque yo no le hablaba de los encuentros furtivos que mantenía con Carmen desde nuestro primer int...

La cena con nustros íntimos amigos

Siempre había sido reacia a acceder a los requerimientos de mi marido para un intercambio. Al final acepté, y no me pesó nada.

Me llamo Isabel, tengo 45 años, estoy felizmente casada y no tengo hijos. Mi físico no es que sea demasiado destacado –l,61 m. de estatura, delgada aunque con curvas, pelo castaño y unas facciones correctas pero sin ser una belleza-. Nunca se me habría ocurrido engañar a mi marido, pero a veces los acontecimientos te obligan a realizar acciones impensadas.

Tenemos dos amigos, Julio y Carmen, un matrimonio de nuestra misma edad a quienes conocemos desde niños. Los cuatro somos inseparables, tanto...