Fitness para todas las edades. (4)
Entonces me corrí. Me corrí como no lo recordaba; mi verga se instaló hasta el fondo de aquel precioso coñito pero eso no evitó que por los costados mi leche se desembocara.
Pasé dos semanas sin volver a tocar siquiera a Mariana. El asunto con Katia fue peor; y comprendí entonces lo ruin que podía llegar a ser esa muchacha.
Me miraba con desprecio, como si el malo de la película fuese yo pero, al mismo tiempo me provocaba con miradas furtivas, con su precioso cuerpo deambulando de aquí para allá, mirándome fijamente cuando hablaba con mi hija y atrapándome con una sonrisa maliciosa en los momentos en que mi debilidad hacía que mis ojos se posasen sobre su cuerpo. No sólo...