Follada descomunal en el Talgo nocturno.
Lo agarré de la cabeza con ambas manos y froté mi rabo por su cara, deleitándome con todas y cada una de sus estúpidas expresiones. Él sonreía como un gilipollas, y yo no podía evitar pensar que era un puto enfermo mental por estar dejándose dominar de aquella manera por alguien diez años menor.
Faltaba un mes exacto para mi tan ansiado decimoctavo cumpleaños. Era veintiséis de marzo, y me encontraba en el Talgo de camino a Barcelona tras haber pasado una semana en Córdoba con un chico que conocí por Internet. Fuera hacía un frío gélido, y yo estaba escondido bajo mi abrigo de pelo, medio dormido. El tren había salido de la estación un poco más tarde de las diez y media de la noche, y en lo único que podía pensar era en la santa bronca que me iba a caer nada más poner los pies en la estación de San...