Su Primer Amor

Y ella comenzó a tocarme, y yo la dejé hacer creyendo que se trataba de un juego.

La casa de mi amiga Ana es como ella misma: exótica, confortable, íntima y sensual. Ana era el objeto de deseo de muchos hombres y de muchas mujeres, pero yo no la deseé nunca porque de algún modo la consideraba inalcanzable, aunque ella a veces me pedía que la acariciara y mientras la tocaba por casi todas partes me hablaba en tonos muy dulces, a media luz, en su cama.

Parecía que yo lograba acariciar algunas esquinas de su alma porque Ana, la exuberante, la reina de las fantasías de todas mis...

René

Hace mucho que en este vecindario condenamos al exilio las pequeñas locuras, que embarcamos en un viaje sin retorno incluso al más ligero signo de pasión rebelde, que despejamos el panorama de cualquier intento de subversión del alma, de ardor en la sangre, de alegrías riesgosamente posibles.

René

No es sólo que el viento te acaricia más, que te susurra al oído secretos que a nosotros no, volviéndose tu cómplice y tu amante, besándote cada vez que se le antoja, impulsando tu risa de hombre libre a todas partes. O que en días de lluvia el sol se asoma sólo para ti, calentándote sin quemarte, haciendo brillar tu piel cobriza en prueba de que eres suyo.

No, René. Lo que realmente nos molesta es que las cayenas prefieran las caricias de tus pupilas, que el caleidoscopio de sus...

Combustión Interna

Yo sabía que ella me deseaba, pero también sabía que nunca tomaría la iniciativa, así que...

Combustión Interna

L. P.

Julio de 1985. Estabas tumbada en mi cama estudiando a mi lado para aprobar el curso universitario de verano. Yo acababa de cumplir 20 años y tú tenías 23 ó 24. Me separé de ti y fui a la cocina por agua. Al retornar, me apoyé en el dintel de la puerta y te observé: eras tan alta que apenas cabías en mi lecho y tu negrura contrastaba visiblemente con la palidez de mi piel.

Yo sabía que te gustaba, a pesar de que alguna vez proclamaste tu preferencia por...