Introducción
Me bajé los pantalones y los calzoncillos acariciando la piel que acababa de salir a la luz. Sólo que ya no eran mis manos las que me tocaban, sino las de otra persona, a la que en mis pensamientos veía sin una cara definida.
Cogí mi guitarra y empecé a tocar. Sin ningún objetivo fijo, solo escuchar las notas salir del viejo instrumento que mi padre había dejado en casa antes de irse para no volver. Creo que solo necesitaba un ruido de fondo para dar rienda suelta al monólogo interno que desde hacía unos días seguía pendiente de las frases que me dijo mi cuñada por la noche, en un bar:
*“Proyectas en todos los chicos que conoces una carga romántica, que te aleja de ellos, impidiéndo enamorarte de cualquier persona que conozcas...