Detrás del extremo (10. El coche de alquiler)

Noté su rabo duro rozarse contra la tela de mi ropa interior, colándose un rastro de frío que identifiqué como restos de líquido preseminal que habrían empapado mi ropa interior.

A pesar de las emociones, aquella noche dormí bien. Al despertar, descubrí que Aday me miraba con curiosidad.

—Buenos días —dijo, y sonrió.

Aquel gesto me animó, aunque no tenía del todo claro cómo interpretarlo. En cierto modo tenía miedo de que definir aquello lo limitara; a la vez, me daba vértigo pensar hasta donde podía llegar, de modo que antes de pronunciar una sola palabra debía ordenar mis ideas.

Pasamos unos minutos mirándonos en silencio, como si nos estuviéramos analizando. Lue...

Detrás del extremo (9. El secreto de Aday)

Estaba, literalmente, siendo abrazado por un hombre desnudo, con su polla erecta —al igual que la mía— y con su cuerpo desprendiendo un penetrante olor a semen recién escupido.

Aday. Ese nombre resonaba en mi cabeza cada vez que no pensaba en nada. Y cuando eso sucedía, no me molestaba en ocupar mi mente. Me sentía cómodo, quizás demasiado; tanto que a veces temía que en algún momento viniera un golpe que nunca se producía.

Aquella sensación era nueva para mí, y me descubrí más de una vez comparándola con las veces en que era Juancho quien me venía a la cabeza. Con Juancho mi cuerpo se volvía un temblor, mi corazón me golpeaba el esternón hasta casi reventar y mi mente se nu...

Detrás del extremo (8. Lejos)

Pude distinguir su olor corporal, un olor dulzón, que recordaba al de la tierra fresca del monte, con ligeras reminiscencias a sudor.

Una semana después de acabar la temporada había contactado conmigo un hombre que se había identificado como secretario técnico de la UD Las Palmas. Cuando me ofreció un contrato para fichar por el filial pensé que era una broma, pero a la tarde recibí un correo oficial del club que me disipó todas las dudas.

¿Qué debía hacer? Si aceptaba la oferta, como quería mi madre, conseguiría un buen sueldo como futbolista y saldría de aquella isla diminuta para aterrizar en una metrópoli con universidad, donde...

Detrás del extremo (7. ¿Ya te la han chupado?)

El vidrio que brillaba en sus ojos parecía sincero, sus labios carnosos permanecían abiertos y todo su rostro parecía sentir curiosidad por lo que nos estaba pasando.

Apenas había podido relajar mi nerviosismo cuando ya estábamos a punto de jugar la vuelta contra el Tijarafe senior en la Copa Heliodoro. Jugábamos como visitantes, con lo que las posibilidades de ver a Juancho en la grada eran muy superiores a las del partido de ida.

Y si no había sido convocado por el primer equipo, algo que me parecía improbable pero que deseaba con ganas, más aún.

Alika me notó nervioso y no pudo evitar abordarme:

—¿Qué te ocurre?

—El partido de vuelta de la Copa...

Detrás del extremo (6. Un volcán de semen)

Juancho ya no me desafiaba con la mirada; ahora sus ojos se dirigían a mí en tono de súplica.

Habían pasado tres meses desde el último encuentro contra el Tijarafe. Entre clases, exámenes y algunos ratitos con amigos se iban sucediendo velozmente los partidos de liga, y yo alternaba entre mi puesto natural de defensa y mi nuevo rol de extremo zurdo. Lo que no evolucionaba en mi cabeza era mi obsesión con Juancho, que se manifestaba en forma de ensoñación sexual dispuesta a abordarme en las situaciones más inoportunas.

Un día, por ejemplo, su recuerdo me atropelló mientras hablaba con Alika sob...

Detrás del extremo (5. Nuevos fichajes)

Se abrió la toalla lo justo para que solamente yo pudiera ver aquella polla de prepucio interminable empalmada y apuntando hacia mí. Mis ojos, por supuesto, se dirigieron hacia ella, y mi rabo se puso duro de un brinco.

Pese a los distintos avatares, aquel verano fue el más terapéutico que recuerdo. La imagen de la polla de Juancho seguía viniéndome a la cabeza, pero ya era capaz de bloquear el recuerdo para que no me afectara en mi vida cotidiana.

Y podía traerlo de vuelta siempre que quisiera cascarme una paja gloriosa.

Durante la segunda mitad del mes de agosto frecuenté las verbenas veraniegas con mis amigos, y entre perreos de reguetón, cubalibres y varios besos de tornillo conseguí ligar con dos chicas qu...

Detrás del extremo (4. Explorando)

Era la primera vez que exploraba mi ano. La sensación había sido básicamente neutral, pero me preocupaba la posibilidad de llegar a sentir placer con aquello y si eso estaba bien o mal.

Las cortas vacaciones en Fuencaliente duraron una eternidad. Descarté la idea de pasear por el pueblo y, por supuesto, no pisé la cancha de fútbol sala en lo que quedó de estancia. Todos los días intentaba convencer a mis padres para ir a la playa, a la que se accedía en coche. Si lo que les apetecía era pasear por el pueblo, me inventaba cualquier excusa para quedarme en el apartamento.

Llevaba mal lo de quedarme a solas, más que nada porque me volvían los pensamientos sobre Juancho, pero prefería es...

Detrás del extremo (3. La huída)

De verdad. De verdad que me intenté convencer de que tener mi mano a apenas un milímetro de la polla de Juancho había sido una situación puntual que no se repetiría. Pero no me la podía quitar de la cabeza.

Hay veces en que no estás. Ni en los partidos, ni en clase, ni en casa, ni con los amigos, ni con la novia. No estás y punto.

De verdad. De verdad que me intenté convencer de que tener mi mano a apenas un milímetro de la polla de Juancho había sido una situación puntual que no se repetiría.

Pero no me la podía quitar de la cabeza. Ni la situación ni la polla.

Aquella escena casi estática, de apenas un par de segundos de duración, se reproducía en bucle en mi mente. A veces creía que me est...

Detrás del extremo (2. ¿Esto es lo que querías?)

Era la primera vez que alguien me tocaba mis partes. Por encima de la ropa, pero era la primera vez. La sensación fue breve, pero intensa. Su mano no estuvo más de un segundo rozando mi polla, pero fue suficiente para saber que quería más.

Habíamos jugado ocho partidos de liga y solo habíamos perdido uno. Estábamos en lo alto de la clasificación y lo decíamos con orgullo en el instituto. No era para menos: si quedábamos campeones pasábamos a la fase de ascenso, que nos podría llevar a la División de Honor. Y entonces sí que podríamos presumir: jugaríamos contra el Real Madrid, el Barcelona, el Athletic, el Espanyol… estaríamos paseando el nombre de La Palma por toda la geografía nacional mientras las chicas babeaban a nuestro paso.

Sí,...

Detrás del extremo (1. Ve a ducharte)

Ese «ve a ducharte» me ha resonado muchas veces a lo largo de mi vida. Aquella frase marcó el preludio azaroso de lo que me iba a encontrar al final del trayecto, cuando entrara en el vestuario. Una imagen que me aterró, y que cambiaría mi vida para siempre.

La primera vez que supe que quería probar una polla fue en un vestuario. Antes ya había intuido algo. Víctor, el más alto de la clase de quinto, me parecía muy «guapo», como lo pensaba entonces. Luego supe que realmente me calentaba, me encendía, me ponía cachondo, pero por aquel entonces ni siquiera tenía una palabra para ello. En el último trimestre empecé a sentir curiosidad por Facu, un muchacho menudo y de piel blanca como la leche, cuya sonrisa me parecía cautivadora. Años más tarde me enteré de que e...