Mi primer negro
Me encapriché de un hombre negro que me defraudó en un primer momento. Pero no podía prever la fascinante oportunidad que me brindó su cita.
Desde la ventana de las oficinas donde trabajaba, podía ver al jardinero afanándose en el césped que rodeaba el edificio. Era un hombre de color, de nariz ancha, piel sudorosa y brillante, labios gruesos y dientes muy blancos. Era todo un hombretón, alto y robusto, y de grandes manos negras como el café.
Durante muchas noches me masturbé (como siempre, vestido de mujer), pensando en esas manos que me agarraban por la cintura.
En las oficinas siempre lo miraba de soslayo, para atrapar cualquier d...