Confesiones desordenadas
Confesiones de un hombre.
Confesiones desordenadas.
El vestido negro opaco se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Sus senos pequeños, suaves y pálidos se cubrían totalmente, no así sus muslos, los cuales dejaban verse más de la mitad, mientras sus piernas estaban cruzadas.
Sus muñecas y manos estaban desnudas. Su cuello nacarado, donde se perdían algunos lunares, estaba rodeado por una cadenita de pequeños eslabones dorados que sostenía un dije, también dorado, con forma de mariposa.
La lluvia debió parar ni bien emp...