La mejor cerda
Tuve durante años a la mejor cerda puta y sumisa que he conocido pero sin poder concretar un encuentro real. La oportunidad se presentaría tiempo después.
La cerda empezaba a amoratarse. Las mejillas cambiaban de color bajo de las lágrimas que caían sobre ellas. Mi polla, clavada en su boca hasta los cojones, no la dejaba respirar con comodidad y los fluidos que expulsaba su nariz terminaban de completar el cuadro. No le estaba jodiendo la boca exactamente. Bueno, sí, hace unos segundos. Ahora simplemente aprisionaba su cara contra mi pelvis sujetándola del cuello. Y la mantenía así, con mis huevos contra sus labios. Ella, de rodillas y con las manos esposada...