La pequeña guarilla
Continuación de la importancia de ser sumisa
Silvia pasó todo el viaje a mi casa completamente callada. Me sonreía cuando le decía algo pero apenas hablaba.
Eso hizo que empezase a sentirme incómodo. Tenía que asegurarme de que seguía siendo mi perra. Por eso mientras estábamos en el ascensor me abalanzé sobre ella y empecé a besarla mientras mi mano entraba en sus apretados pantalones.
La sonrisa de picara que puso y la humedad de su entrepierna me demostró que había vuelto.
La verdad es que la chica besada tan bien como la ch...