En los probadores
Amo y esclava se van de compras, y ella se exhibe para él.
Siempre se encuentra una calle como esa, llena de tiendas, de todo tipo de tiendas. Era justo lo que necesitábamos aquella mañana. Eran las 12, de un martes, y todo estaba muy tranquilo. Lo justo para que nos dejaran en paz, pero también para que nos prestasen el mínimo de atención que nos mantendrían siempre en alerta. Te presentaste puntual, sabes que no me gusta que me hagas esperar, y vestida como te había dicho: blusa ligera, falda justo por encima de las rodillas, tacones. Se intuía tu sujetado...