Chico triste, hombre solitario (6ª parte y última)

En la traca final de esta historia de placer y morbo afloran además algunos sentimientos

Hacía unos diez minutos que te habíamos dejado solo en la ducha, mientras te aseabas un poco de todos los fluidos con los que habíamos decorado tu joven cuerpo, cuando reapareciste por la cocina, aún desnudo, de nuevo deseando ofrecerte y humillarte para nuestro placer. Te pusimos agachado a nuestros pies y mientras charlábamos y comíamos sentados, nos entreteníamos acariciándote la cabeza, estirándote un pezón o dándote alguna palmadita en la jeta.

Tu boquita abierta era una invitación para meter cos...

Chico triste, hombre solitario (5ª parte)

Me gustaba tanto follarte que me apeteció dar un paso más y compartirte con un colega muy salido

Apenas habían pasado cinco meses desde el día en que nos encontramos en aquel bar y yo ya había perdido la cuenta de las veces que habíamos quedado para follar. Siempre en mi casa, siempre en secreto. Tú parecías estar dentro del armario para todo el mundo y yo no tenía ganas de contarle a ninguno de mis amigos que llevaba una temporada repitiendo con la misma persona.

Parecía que tú y yo habíamos llegado a un acuerdo tácito para no hacer planes. Normalmente eras tú quien me pedía quedar y yo me hacía...

Chico triste, hombre solitario (4ª parte)

¿Estás seguro de querer seguir con esto?

Ahí estábamos los dos en mi habitación, ambos desnudos, yo ahora relajado, me acababa de descargar dentro de tu boca; tú más caliente que en toda tu vida, con el sabor de mi lefa aún en tu garganta, a cuatro patas sobre la cama, las nalgas al rojo vivo y tu ojete medio dilatado y lleno de las babas que te he ido metiendo con mis dedos. Tu polla dura como un palo de madera. La noche solo estaba empezando.

No tengo prisa, tenemos todo el tiempo del mundo. Te miro a los ojos y te pregunto nuevamente:

...

Chico triste, hombre solitario (3ª parte)

Una breve temporada sin vernos solo sirve para que en nuestro reencuentro salgan afuera mis peores instintos.

El tiempo pasa rápido cuando uno se encuentra inmerso en la rutina del día a día, los rígidos horarios del trabajo y las horas libres empleadas en mantenerme en forma en el gimnasio. Ya habían pasado tres semanas sin tener noticias tuyas desde aquel día que nos conocimos pero aún estaba convencido de que terminarías llamándome.

Lo que en ningún momento se me pasó por la cabeza fue el llamar yo. Esos tiempos en los que la duda te corroe y te preguntas obsesivamente qué estará haciendo el otro ya habían...

Chico triste, hombre solitario (2ª parte)

¿Quién puede resistirse a llegar tarde al trabajo por una buena sesión de sexo mañanero, sea consentido o no?

La alarma del despertador me sorprende al día siguiente abrazado por la espalda a tu cuerpo desnudo y con una erección de campeonato. Debería levantarme sin perder más tiempo para no llegar tarde al trabajo, pero no puedo resistirme a la tentación de frotar un rato mi polla entre tus nalgas mientras tú continúas quizá durmiendo.

Los dos estamos de costado y yo deslizo mi mano izquierda por debajo de tu axila para alcanzar uno de tus pezones, mientras con la otra mano sujeto con firmeza tu cadera. Ahor...

Chico triste, hombre solitario

Yo no sé por qué me complico la vida. Tú no sabes lo que te espera.

Te crees que no he me dado cuenta y llevas toda la noche mirándome.

Había quedado en el bar de siempre con dos amigos y ahí estabas tú, en la barra, con un aire algo triste y asustado, tomándote una jarra de cerveza que parecía casi más grande que tú.

Veintipocos años te he calculado y un poco tirillas, y he seguido hasta la mesa en la que me esperaban ya mis amigos, una pareja de cuarentones a los que yo mismo presenté hace diez años, después de habérmelos follado y que, como siempre, estaban d...

Patrón y grumete (4ª parte)

En la cuarta entrega Don Andrés recibe en su casa la visita inesperada del padre de Aitor. Las tensiones entre los tres hombres explotan en una escena final llena de morbo.

Patrón y grumete (4ª parte)

Don Andrés oía los timbrazos sin terminar de decidirse a abrir la puerta.

Allí se encontraba él, completamente desnudo, su cuerpo aún sudoroso; la polla ya se iba relajando entre sus muslos pero el intenso color rojizo de su cabeza y unos hilillos blancos de lefa delataban que acababa de correrse.

Pensó en taparse un poco y encontró un batín sobre la cómoda de la entrada.

Volvió la vista hacia el piso de arriba, donde estaba el dormitorio en el que había d...

Patrón y grumete (3ª parte)

Nuestros protagonistas continúan poniéndose al día y recuperando el tiempo perdido

(Se recomienda leer antes las dos primeras entregas)

Don Andrés echó su cuerpo exhausto a un lado y se tumbó boca arriba junto a Aitor, con una mano sujetando aún su propio miembro embadurnado con su propio esperma y las babas del chico. Mientras apuraba maquinalmente los últimos estertores de placer, su cabeza no atinaba a encajar las piezas de la sorprendente revelación que le acababa de hacer Aitor.

La jornada había comenzado con el simple plan de salir a dar una vuelta él solo con el barco....

Patrón y grumete (2ª parte)

Don Andrés y Aitor están deseando llegar pronto a puerto para continuar disfrutando la aventura que comenzó en alta mar.

(Se recomienda haber leído la primera parte del relato.)

El maduro Don Andrés y su joven amante no tardaron mucho en emprender la vuelta. La agradable temperatura permitía que ambos continuaran desnudos, y Don Andrés, con total naturalidad, invitó a Aitor a probar a llevar el timón del barco mientras él, pegado a su espalda, le iba indicando cómo y dónde tenía que poner los brazos.

Aitor sentía que su cuerpo se fundía con el calor que despedía el abrazo de su progenitor y, más que en las indicac...

Patrón y grumete

El maduro don Andrés se hace a la mar acompañado de un joven e inesperado ayudante. Juntos hacen algo más que mirar las gaviotas. Pasado y presente los conducen a través de la pasión navegando hasta un sorprendente desenlace.

Volver a aquel apartado pueblecito de la costa era lo que más gustaba en el mundo a don Andrés. Significaba escapar del estrés de su vida en la ciudad, de la empresa, de los empleados perezosos y los clientes insatisfechos, y volver a la paz, la brisa marina y las excursiones en el viejo barco.

Los últimos años habían sido una auténtica montaña rusa. Se había casado muy joven y había tenido un matrimonio feliz, a pesar de que los niños nunca llegaron. Un día Don Andrés, así le llamaba todo el mu...